giovedì 19 novembre 2009

¿Derechos?


En estos días he seguido la visita de Obama en Cina y Japón. Después de varias reverencias hacia aquello que podrían con un golpe de mano hundir definitivamente los Estados Unidos (deuda exterior y comercio), hubo una frase que se me ha grabado y que merece ser profundizada. Dirigido hacia los estudiante de Shangai, Obama ha afirmado “la importancia del reconocimiento de los derechos humanos universales” y del “derecho a internet” (1). La potencia protagonista de las sangrientas ocupaciones de Afganistán e Irak, de las prisiones con tortura incluida de Guantánamo y Abu Grahib, consigue en su momento mas dramático en tener aun el coraje de dar clases a su acreedores mas importante. Como un reflejo involuntario nos propinan el refrain de siempre, la importancia de los derechos humanos.

En general, la historia de los derechos es particularmente europea y norte americana, donde estos se han plasmado gracias a un preciso contexto político y cultural que ha favorecido su nacimiento.

Esta pretensión de universalidad abstracta de la historia y de la situación política es tan difundida hoy en las conciencias de las personas, que cualquier tipo de pulsion individual o micro-colectiva es declarada arbitrariamente derecho, buscando después en todo modo el reconocimiento jurídico. Además en un Occidente narcotizado por decenios de dios consumismo y sexualidad en cada lugar, el único valor de referencia para fijar un derecho de nueva generación es el placer y la libertad individual. Todas las instancias microscópicas necesitan su tutela jurídica porque no se puede poner un límite a la libertad del individuo y tampoco se puede no reconocer su derecho a gozar cuanto quiera. Pero la libertad que se convierte en placer, y el concepto “soy libre porque hago lo que me gusta” es extremamente dañina una vez que se acerca al Derecho. Quiero decir que la sociedad moderna se afana en buscar siempre estas nuevas minorías para tutelar, en nombre de estos derechos humanos universales, para después insertar en el Derecho ordinario unas normas que tutelen estas pretensiones. Es el caso de las uniones homosexuales, donde una elección privada de orientación sexual (derechos sexuales) tiene la pretensión de ser tutelada por el Estado, como si esta no tuviera consecuencias para la sociedad no solo del punto de vista moral, sino también económico. Por ejemplo garantizar la jubilación de reversibilidad (pensión de viudez, a la muerte del cónyuge, ndt) o la exención de los impuestos sobre le herencia tienen un coste colectivo que todos los ciudadanos se asumen. Esta asuncion colectiva del gasto comporta necesariamente la imposibilidad del Estado de hacerse cargo de otro derecho, por el gasto que esta asumiendo. ¿Cual es la razón por la cual una sociedad reconoce un derecho en vez que otro? Simplemente porque considera que tutelar tal derecho sea útil para la sociedad en si y para la colectividad, para el orden social y el bienestar común. Hay otros derechos que no son garantizados, como las necesidades básicas (comida, trabajo, casa) por mucha parte de la población, y hasta que estos no sean garantizados no se tendría que dar espacio a todas las otras instancias de las minorías, simplemente porque una persona sin trabajo o sin casa o sin comida merece mas de otros el apoyo y la tutela de su derecho por parte del Estado y de la colectividad. Hasta que habrá una persona que no tiene para comer, los recursos colectivos tendrían ser directos hacia aquella persona.

Se olvida muy fácilmente que cada derecho que es reconocido trae consigo un gasto económico. El derecho a coste cero es una invención de estas minorías que tienen todo el interés en hacerlo creer a la población, camuflando sus propios intereses, vicios personales, actitudes privadas en algo que sea de utilidad colectiva. Existe una jerarquía del derecho que es voluntariamente escondida tras del fácil buenismo. Si el metro de juicio es la libertad personal (mejor definirla capricho, vicio, interés, la libertad es otra cosa) o el placer, cada derecho parece legitimo y conveniente para la comunidad.

Las declaraciones universales de los derechos comenzaron durante la Revolución Francesa (los mismos del masacre de la Vendée), y luego reafirmadas hace 60 años por la Onu. La Revolución Francesa hizo poyar los derechos de libertad, igualdad y hermandad bajo la protección de Ser Supremo (articulo 1). Entidad etérea, distante, una referencia “puramente ritual”, de matriz masónica. La Declaración Universal de los derechos del hombre del 1948 borra también esta referencia superflua sin poner ninguna base a estos derechos, que por intuición tendrían que poyarse en la Razón humana; no es Dios que fundamenta el derecho sino que el hombre a través de la razón lo quiere así y lo proclama. Como observa Messori, tan fácilmente el hombre se apropia la posibilidad de ofrecer un derecho y proclamarlo apoyándolo sobre su razón, así mañana podrá hacer exactamente el contrario. Cosa que sucede con una frecuencia alarmante. La pregunta es espontánea: ¿que es lo que empuja al hombre a respetar estos derechos, a elegir el bien en lugar del mal pues que ellos “tienen que accionar el uno con el otro con espíritu de hermandad” (articulo 1 de la Declaración Onu)? Dichosa hipocresía! Cuantas veces ha sido no respetado este articulo! Por eso, Pio XII en un comunicado oficial del 1948 (publicado por el Observador Romano el 15 de Octubre del mismo año), afirmaba:

“No es a través de Dios, sino a través del hombre que anuncia a los hombres que son iguales y libres, dotados de conciencia e inteligencia, y que tienen que considerarse hermanos. Son los mismos hombres que se revisten de prerrogativas de la cuales podrán arbitrariamente despojarse de la misma manera”. (3)

En la nuestra sociedad, un derecho elementar como el de la vida es destruido por los 5 millones de abortos practicados en Italia desde el 1978 hasta hoy. Es la realización de las palabras de aquí arriba. Sin un fundamento que trasciende el hombre, estos derechos están bajo el arbitrio del hombre. Y luego, una sociedad que sabe hablar solo de derechos, que se consuela con la libertad del placer, no sabe que a cada derecho tendría que corresponder un deber. La sociedad del placer es una sociedad infantil que reclama llorando que su propio vicio sea reconocido porque así lo quiere la voluntad popular.

El grande historiador ruso Solženicyn en el 1978 pronunciaba un discurso en Harvard donde se creó varios enemigos, decía:

“Ha llegado el momento para Occidente, de afirmar los deberes de los pueblos mas que sus derechos. No veo ninguna salvación para la humanidad fuera de la autorestricción de los derechos de cada individuo y de cada pueblo (…) en un mundo donde se piensa solo en los propios derechos se vuelva a descubrir el espíritu de sacrificio y el honor de servir”. (4)

Se pueden repetir las mismas palabras después de treinta años. No es una buena señal.

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