
Justo hace unos meses atrás al Papa Benedicto XVI era negada la posibilidad de responder a la invitación del Rector de la Sapienza para tener una lectio magistrales en el día de la inauguración de la mas importante universidad publica italiana (1). El motivo, que desencadenó muchas polémicas entre estudiantes y profesores, fue la citación del Papa de una frase del filosofo anarquista Feyerabend que decía: “La Iglesia de la época de Galileo se mantuvo en la razón mucho mas que el mismo Galileo y tomó en consideración también las consecuencias éticas y sociales de la doctrina de Galileo. Su sentencia contra Galileo fue racional y justa, y solo por motivos de oportunidad política se puede legitimar su revisión”. Los 67 científicos de la Universidad que firmaron la petición en contra de la visita del Papa, obteniendo al final lo que esperaban, se olvidaron de recordar también la sabia aclaración, en el discurso pronunciado 17 años ante:” La fe no crece a partir del resentimiento y del rechazo de la racionalidad, sino de su fundamental afirmación y de su inscripción en una racionalidad mas grande”. Hay una fuerte sospecha que estos competentes científicos hayan usado la pagina de Wikipedia relativa a Galileo Galilei, sin pero irse a leer el discurso y entonces el contexto en la cual esta frase fue escrita, demostrando poco dominio de lo dicho “método científico”.
Como sucede a menudo, la leyenda negra de la Iglesia se ha formado en tres ambientes culturales distintos en un continuum historico: el protestantismo, el iluminismo y el marxismo. Gran parte de la leyenda negra de la Iglesia Católica nace en estos ambientes, aparentemente separados, pero unidos por el mismo odio sistemático y dogmático contra el catolicismo y Roma. Como si no alcanzara, después la masonería ha usado su influencia y su red para completar el trabajo y hacerlo publico a las masas. Por estos motivos hoy nos encontramos frente a “opiniones” históricas, del todo ilegitimas, que no encuentran correspondencia entre los historiadores serios, pero que quedan ancladas en el estrato popular, a través de la educación (mejor “dis-educación”) escolar y los mass-media: a través de estos dos canales, el saber “docenal” y grosero, lleno de falsedad y lugares comunes, impregna la sociedad, sin curarse de la pruebas puesta a disposición por la revisión histórica, y dichoso mecerse en la tranquilidad de su libertad hechas de opiniones preconfeccionadas.
Esto sucede con la colonización de América, el oscurantismo medieval, la Inquisición, los casos de Galileo y G.Bruno, la relación entre catolicismo y nazismo, Pio XII y tantas otras mistificaciones.
La historia de Galileo se encuentra entre estas, con la consecuente exaltación a héroe de la libertad del científico toscano, en contraposición al oscurantismo obtuso y retrogrado de la Iglesia. Es paradoxal que el científico toscano creyera que la teoría geocéntrica explicase mejor el episodio de la Biblia en el cual Josué paró el sol, y que por esto se tenía que considerar mas “científica” respecto a la heliocéntrica.
Los sueños del modernismo y del progreso hoy gozan de inmunidad moral y hasta histórica, y se ponen más allá del debate que intente reconducirlos a su lugar originario: la ciencia es un producto del hombre al servicio del hombre. Como dice el Papa, se necesita que esta facultad, la Razón, vuelva a ser circunscrita en una racionalidad más grande de la cual es participante. Pero en la era del positivismo y de la dictadura de la tecnología no hay espacio para una revisión histórica madura. Por esto resulta incongruente elevar a paladín de la ciencia un personaje el cual, según los actos del proceso del Tribunal de la Santa Inquisición, llegó a proponer como única prueba científica de la teoría geocéntrica el movimiento de las mareas: cuando le fue pedida una explicación, supo dar como única razón del movimiento terrestre que nuestro planeta se movía tan vertiginosamente hasta suscitar las mareas. Y no sirvieron los esfuerzos de los jesuitas de la “Specola Vaticana” (Observatorio astronómico aun existente de los jesuitas en Roma) que sostenían que eran obras de la luna. El científico toscano quería que fuese creído por su palabra, sin llevar pruebas tangibles de su teoría, sin contar la de las mareas. El error de Galileo fue aquello de querer presentar la teoría copernicana como una verdad absoluta, dogmática sin tener pruebas a favor de esta. Bastante poco por el padre de la ciencia. De hecho la prueba intangible de la rotación terrestre llegará solo en el 1851, gracias al Péndulo de Foucault, más de dos siglos después.
Durante el proceso nunca fue usado como pretexto el hecho que Galileo viviese more uxorio y con dos hijas ilegitimas que hizo entrar en monasterio, y tampoco su error en el 1618, cuando afirmó que las cometas que se veían en cielo eran solo una ilusión óptica. Hubiera sido demasiado fácil y su vida privada fue dejada fuera del contexto procesual que vino definido “justo y racional” (Feyerabend), con derecho a la defensa (que era infructuosa e imprecisa), al contradictorio, y a una pena leve y serenamente aceptada (el famoso “eppur si muove” es invención de un periodista, Giuseppe Baretti en el 1757).
El lugar común que se temiese una readaptación de las Escrituras al nuevo contexto geocéntrico no era un problema para la Iglesia, tal como lo explica el Cardenal Bellarmino, que no encontraba ningún problema en una interpretación metafórica de los pasos bíblicos que parecían favorecer el heliocentrismo, pero esto si, suportadas por pruebas científicas. Esto hubiera sido un error sobretodo de matriz protestante donde la interpretación de la Biblia era obligatoria: Lutero afirmaba que cualquiera que creyera que la Tierra tuviese mas de 6000 años hubiera quedado fuera del Cristianismo, mientras Calvino perseguía a Ginebra los científicos y concubinos. Al interior de la Iglesia Católica la teoría copernicana tenia varios apoyos entre los mismos jesuitas del Colegio Romano y Copernico, su inventor, era un clérigo. El “nuestro” Galileo pasó su “cautiverio” en Roma en un finca con cinco habitaciones con vista a los jardines vaticanos y camarero personal. Ninguna sombra de tortura, maltrato o cualquier tipo de violencia. Después de la sentencia alojó en la Villa dei Medici al Pincio y después de la “abjura” en el palacio del arzobispo a Siena, conservando intacta la estimación y las amistades en la Curia.
Incluso parece que después de la sentencia del tribunal que le pedía que retratara su posición, el agradeciese los cardenales por su piedad, sabiendo que con sus comportamientos arrogantes y sin fundamento científico había indispuesto el Tribunal.
Tribunal que como afirma el historiador Bené actuaba en plena legitimidad, también en el plano científico: “Un poco como el rechazo de un articulo inexacto y sin pruebas por parte de la dirección de una moderna revista científica” (2).
Galileo en alguna manera estaba inaugurando la dictadura de la ciencia que saliendo del ámbito que le pertenece, dicta ley con sus teorías, que intentaremos tocar en este sitio lo mas temprano posible. Si la ciencia hace de sus teorías una nueva religión y quien no se adecua a estas es “apenas digno de ser llamado hombre” (3), estamos inaugurando lo que llamo “pensamiento único dominante”.
Quien no se adecua es burlado, humillado, descartado. Esto en la ciencia, en la historia, en la moral. Quien no se adecua al pensamiento tiránico no es digno de la comunidad de las personas respetables y “liberadas”. He perdido la esperanza de reentrar en aquel número.
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2)Vittorio Messori, inhttp://www.storialibera.it/epoca_moderna/galileo_galilei/articolo.php?id=344
3) Son palabras del mismo Galileo hacia quien no creia a la teoria geocentrica.
En Vittorio Messori, “Leyendas negras de la Iglesia”, Planeta Testimonio, 13ma edizione, p. 132
4)http://www.storialibera.it/epoca_moderna/galileo_galilei/articolo.php?id=3399
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