lunedì 8 marzo 2010

La isla de la esperanza


Hace muchos años, el Rey de un país soberano rechazó continuar pagando los exorbitantes intereses que pesaban sobre los préstamos concedidos por algunos banqueros italianos. El acto valiente del monarca permitió que toda Europa se librase de la soga que la ataba a la clase que Dante llamó con palabras de desprecio "La gente nuova e i subìti guadagni/orgoglio e dismisura han generata" ("La gente nueva y las ganancias súbitas/ han generado orgullo y desequilibrio, ndt; Inferno, Canto XVI). Es la historia de Eduardo III y de los banqueros florentinos más famosos de la época, los Bardi y los Peruzzi (1). Con el fardo de los préstamos que habían concedido al Rey de Inglaterra, habían conseguido poner de espaldas a la pared al soberano ingles y hasta se habían permitido el lujo de boicotear la nueva moneda emitida por el Rey para desvincularse de la deuda que oprimía a la nación. No hubo más remedio que el repudio soberano de la deuda: fueron suspendidos los pagos y los banqueros italianos declararon bancarrota. La historia nos relata la ofensa imperdonable del monarca que rechazó pagar las deudas, arruinando a los banqueros.

Los financieros de la época, los güelfos negros que Dante odiaba, habían descuartizado a la floreciente economía hecha de ferias nacionales y comercios con los prestamos que servían para engordar la economía y extraer de esta los jugosos intereses, a veces superiores al 15%. A menudo, para pasar de largo de la prohibición de usura impuesta por la Iglesia, los Estados donaban a los financieros unas concesiones, como el cobro de los impuestos o el monopolio del comercio de la lana, que fungían de garantías y de "interés" físico, y lentamente consumían la soberanía de los nuevos Estados Nacionales. De este modo Eduardo III, rechazando honrar y servir una deuda injusta y dañina para su población, eligió el arma suprema de los Estados Nacionales, que reivindica la superioridad del poder político sobre aquello económico y financiero, que sitúa el bienestar de sus ciudadanos por encima de las obligaciones de la deuda. En otras palabras, afirmó, "la vida de la nación, por delante de los derechos de la contabilidad" (2).

Algo parecido ha ocurrido en Islandia, esta vez no por gracia del soberano sino por el instrumento más odiado por los burócratas de nuestros tiempos: el referéndum popular. El pueblo islandés ha expresado su juicio acerca de la restitución de los 3700 millones de euros al Reino Unido y a Holanda, por la quiebra del banco islandés Landsbanki, rechazando con el 93% (solo el 1,6% ha votado a favor) la restitución del dinero (3), que habría significado para los 320.000 ciudadanos de la isla pagar 16.500 € cada uno, o sea 100 € al mes hasta el 2025. El pueblo se ha negado, contradiciendo los intereses de las finanzas y salvaguardando los propios y los de las generaciones futuras. En la práctica, se han portado como Enrico III, esta vez de forma colectiva, afirmando el legítimo derecho a la supervivencia. Anteriormente el gobierno islandés había anunciado que hubiera garantido los ahorros de las cuentas corrientes de sus ciudadanos para que no se hubiera hecho cargo de los ahorradores (o especuladores) ingleses y holandeses que se abalanzaron sobre la isla cuando ofrecía el 5% al año sobre los depósitos on line. Ahora el país está atacado por todos los lados a causa de la decisión de su pueblo: el FMI no concederá más préstamos hasta que la isla no encuentre un acuerdo para la restitución de la deuda; la Unión Europea pone en duda la cuestión de la entrada en el euro de la pequeña isla y Gran Bretaña ha adoptado ya las leyes de terrorismo sobre las cuentas islandesas, a la par de Iran y Siria. En fin, el rehúso islandés ha hecho venir la picazón a la finanza mundial y a los burócratas no elegidos.

Una pequeña nación rodeada por el mar desafía a la oligarquía financiera mundial que pone los intereses banqueros por encima de las vidas de las personas. Es la única esperanza en una Europa que desfallece, oprimida por los tecnócratas y masones, para reencontrar sus propia soberanía nacionales.

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1)Para un informe mas completo, consultas: Maurizio Blondet, "Schiavi delle banche", Effedieffe Edizioni, capitolo IX e X

2)M.Blondet, op.cit., pag. 71


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