venerdì 11 settembre 2009

La distancia entre judíos y cristianos: una visión histórico-teológica


La existencia del pueblo judío representa aun hoy para todos los cristianos una anomalía que no puede dejar indiferentes. Desde siempre los Padre de la Iglesia vieron en esta providencial presencia un diseño de Dios: representó el testimonio histórico que el pueblo cristiano no creó desde la nada la historia de la Salvación, ya que esta documentada en el presente de la misma existencia del pueblo judío.

A pesar de esto, el pueblo judío representa aun un misterio en el plan de salvación pensado por Dios: San Pablo llegará a exclamar propio escribiendo sobre este diseño divino: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!, e inescrutables sus caminos!". La única cosa que nos es dada saber es la profecía de San Pablo acerca de su conversión a Cristo en la cercanía del fin de los tiempos, mas de una vez confirmado por San Agustín y San Tomás de Aquin.

La historia conoce un gran linea de división en el momento de la muerte de Jesús. Una parte del pueblo judío cree que es el Mesías, y otra lo rechaza. Aquellos que lo aceptaron fueron llamados después cristianos, aquellos que lo rechazaron son los judíos de hoy. La cuestión de la Alianza divina con su pueblo ha levantado varios debates teologicos. La "teología de la substitución" ha sido acojida por la Iglesia desde el principio: el nuevo Israel es el pueblo cristiano, heredero de la promesas de Jesús, la antigua alianza era revocada, a causa de la infidelidad de los judíos (esta visión ha sido puesta en discusión en los últimos decenios, fruto de un sentido de entega al creciente poder judío).

En el momento de la muerte de Jesús el velo del templo se rasgó en el medio, consagrando el fin de la presencia divina el templo judío. El velo separaba la asembla de los fieles al lugar del Santísimo, presencia real de Dios con su pueblo. Con Jesús, Dios entra en el mundo, se hace cargo de la conversión de los paganos, se hace cargo del destino de la humanidad en manera completa, indicando el camino de la Redención, encarnada en el Hijo.

Hoy esta Presencia Real, concepto ausente en la tradición protestante, vive y continua escondido en el Tabernáculo de cada Iglesia Católica, presencia humilde, modesta y poderosa, deviniendo el cumplimento de la promesa de Jesús cuando dijo "Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos". El pasaje desde el hebraísmo al cristianismo es el pasaje de la ley de Moisés, hecha de preceptos y rituales, a la única ley del amor y de la caridad hecha hombre con Jesús.

Los ramos secos del olivo (símbolo del pueblo de Dios) fueron cortados, como cuenta San Pablo, para insertar sobre el olivo el nuevo pueblo cristiano, heredero de la única alianza salvadora. San Pablo advierte de no hacer de esta condición un orgullo y una razón de soberbia hacia los ramos cortados, sino de acompañar con misericordia aquellos que un día volverán a la Alianza. El esta dispuesto hasta a ofrecer si mismo para su conversión:

"Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza".

Después de la destrucción del velo del templo, vino la destrucción del mismo templo en el año 70 a.C., que provocara la diáspora judía en Europa y Oriente. Nacerá en este contexto el Talmud, la colección de las enseñanzas rabínicas de la Sagrada Escritura.

Es muy difícil encontrar una copia del Talmud, bien traducida y completa en todas su partes. Me acuerdo que una vez en el Museo Sefardita de Toledo pedí por una copia del Talmud y la empleada me miro sorprendida: "El Talmud no se vende!".

Un sacerdote católico de nombre Pranaitis en el 1892 analizó el Talmud en relación con el Cristianismo. La cantidad de frases hostiles al Cristianismo y a los gentiles no se pueden enumerar en este lugar, pero impresiona la ferocidad de las acusaciones y el bajo nivel de las ofensas a los cristianos. Los cristianos con idolatras (Abhodah Zarah 22), sodomitas (Abhodah Zarah, 15b), impuros (Schabbath 145b), parecidos a los escrementos animales, no hombres sino bestias y peores de las bestias mismas (Jeruthuth 6b, p.78), hijos del demonio (Zohar I, 28b), almas malas e impuras (1).

Erróneamente se cree que el pueblo judío sea atado a los libros del Pentateuco, cuando en realidad hoy su misma creencia y cultura del Talmud crea desde siglos generaciones de hombres en las yeshivas. La cultura judía y del estado de Israel tiene su raíz en la colección de debates rabínicos, explicando así la postura arrogante y hostil hacia cada forma de piedad y de acuerdo en el conflicto árabe-israeli.

En el curso de la historia, el pueblo judío ha buscado el propio mesías, sin encontrarlo, desde Bar Kokheba hasta el comunismo, hasta llegar a la única solución que quedaba: hacerse el mesías de si mismos. El pueblo judío y el estado de Israel son el nuevo mesías, aquel que construirá el Eretz Israel (el Gran Israel) y que finalmente dominará el mundo. Era lo que ellos se esperaban de Jesús que no quiso bajar de la Cruz, a pesar del pedido del sumo sacerdote. Jesús anunciaba un reino de los pobres y de los afligidos, los judíos esparaván un reino de dominio y prepotencia. En pirática, con el nacimiento de Israel, comienza el cumplimiento de las profecías del Talmud:

"El Mesías dará a los judíos el dominio sobre todo el mundo y a este dominio caerán esclavos todos los pueblos". (Talmud de Babilonia-Tratado Shabb-Hoja 120, Col.1)

"El tiempo del Mesías sera precedido por una grande guerra, en la cual morirán dos tercios de la humanidad" (Abarbanel - "Masmia Jesùa" Hoja 49°)

Parece releer la historia de Israel, viendo al horizonte la actualidad de Gaza. Por esto me esfuerzo de criticar como hoy hablar de judeo-cristianismo sea incongruente, además de ser un gran error teológico. Por un cristiano no existe mas diferencia entre paganos, judíos y griegos. Para un judío, el muro entre si y el mundo es insuperable. En el cristianismo, somos todos romanos, todo el genero humano goza de la "ciudadania", que es el titulo de los hijos de Dios.

Decía bien Pablo de Tarso, cuando decía que la letra mata y el Espíritu da vida. Y siempre, entre un judío y un cristiano, estará siempre un Cristo de medio, aunque muchos cristianos a toda costa ecumenicos querrian poner de lado. Es algo que no se puede esconder.

Volveríamos sino a ser de nuevo fariseos. No seríamos mas cristianos.

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